East cape isla norte Nueva Zelanda – Parte 1
Es hora de hablaros de East Cape, una península que se encuentra en la zona media de la isla norte, al este de Rotorua. El viaje lo comenzaremos algo antes de llegar allí, permitidme emprender el viaje desde uno de los lugares más bonitos de Bay of Plenty: Whakatane.
Por lo que he podido saber, esta ciudad acoge más de 2.500 horas de sol a lo largo del año, lo que implica poder disfrutar de actividades al aire libre y por qué no, tocar el cielo con la yema de los dedos en cada amanecer. En cada atardecer. Como es gratis… ¡a por ello!
Muchos surfistas se acercan hasta esta localidad encontrando grandes olas a las que poder domar con sutileza y descaro. Irremediablemente me viene a la mente Castle Hill, la rocosa fortificación en las letras de comienzo del largometraje de Arthur´s Pass National Park. ¿Qué tiene que ver el mar con las montañas? Todo y nada al mismo tiempo.
Pensad que, por ejemplo, los fiordos de Milford Sound no existirían sin él. A lo que me refiero es simple y llanamente la similitud entre las bondades de estos dos obsequios de la naturaleza. En Castle Hill se nos permitía escalar. En Whakatane debemos ser conscientes del privilegio ofrecido para surfear. Gratis, sí, pero no jodamos al personal como hacemos al esforzarnos en regalar el mayor y simpático mojón al siguiente cliente del restaurante (aunque sea una abstracta obra de arte expuesta en un lienzo salpicado con orgullosa sonrisa).
Justo al salir de Whakatane nos topamos de bruces con el pequeño pueblo de Ohope. Su extensión va acorde con la longitud de su larga playa, de 11 kilómetros, con arena fina; libre de engorrosas rocas. Dependerá de lo que nos apetezca en ese momento el tiempo que nos quedaremos allá. No será por falta de playa si lo que queremos es pasear. Si buscamos alguna otra cosa diferente estaremos ante un «drive thru» (quien le guste la fórmula 1 sabrá de qué hablo) pero os advierto que en la mayoría de costas lo único que tenemos son este tipo de regalos geológicos. Eso sí, cuando pensemos que ya hemos visto todo siempre habrá alguna que nos sorprenda.
El camino serpentea la costa por carretera secundaria, segura y asfaltada en casi su totalidad, dando lugar a un dulce rompecabezas con nuestra acompañante (eso en mi caso, ¿el vuestro?). Existen tantos lugares en los que poder pararse que cuesta decidirse. Por eso mismo es una buena idea llevar provisiones de antemano (como también llevar el depósito borracho de amor) y preparar un picnic. Esta zona de la isla no es muy transitada, al menos en esta época de invierno, por lo que la tranquilidad que se respira influye inexorablemente en sus intrépidos exploradores. El mar siempre lo tendremos con nosotros, con sus cantos silenciosos apaciguando las vistas en melodía con los cantares de los diferentes pájaros. ¿Alguien grita «ajoarriero» por ahí? ya podría, ya.
Aprovecho este viaje para comentar el pequeño «engorro» de las carreteras de Nueva Zelanda. Todas ellas están siendo remodeladas una y otra vez, ya sea por mejorarlas, arreglarlas o crearlas. Lo cierto es que es una de las anécdotas de mi periplo transoceánico: ¡hay personas que trabajan menos que en las obras españolas! En el caso que os muestro existen semáforos para parar a los conductores pero normalmente esta labor la realizan dos obreros, uno en cada lado del asfalto, cuyo único menester reside en mostrar un cartel con las palabras «Stop» (para detenernos) o «Go» (para continuar nuestra marcha). Por supuesto, también encontraremos el no menos efectivo jefe del grupo, cuya misión radicará en comprobar que todo está en orden. En cierto modo, y pensándolo fríamente, encuentro especial el hecho de tener que aminorar la velocidad tantas veces llegando a entablar conversaciones con los peones a viva voz desde la ventanilla.
Proseguimos el camino girando la rueda de la radio para disfrutar con la música de The Maccabees mientras al unísono recordamos, como si fuera ayer, aquel concierto que disfrutamos en la Razzmatazz previo extaxis a lo que vendría después: Editors y sus ritmos británicos.
Hay altos en el camino especiales. Momentos bohemios que escapan de las guías turísticas, dejando de ser algo escrito para convertirse en algo propio. Vivimos tan intensamente los viajes no porque visitamos los lugares de interés, sino simplemente porque los compartimos con quien los realizamos. Implica un nexo de unión intrínseca en la frase de «yo estuve allí» añadiéndole rápidamente un «¿te acuerdas?». Las sorpresas y todo lo que esté fuera de lo común hace que verdaderamente merezca girar nuestra cabeza y comprobar qué tenemos alrededor de donde vivimos. En el caso de no disponer de acompañante, en cambio, viviremos poco a poco una transformación interior de la que seremos conscientes al final de la meta.
¿Acaso no son los pequeños placeres de la vida los más valiosos?
Cerrar los ojos y volver a estar ahí. Sentir el aire que sacude tu pelo, el sol que deslumbra tu cara, el calor que templa tu frío cuerpo, incluso volver a disfrutar de esos paisajes que han quedado para siempre grabados en la retina; aun si sufriera una cegueram volvería a despertarme cada día viendo ese amanecer.
Por cierto, es impresionante ver cómo los surfistas siguen rompiendo inmensas olas incluso llegada la noche, a casi 0º y tan sólo con el amparo de la estatua de Wairaka ( la 3ª foto que ha colgado Xabi). Era la hija de Toroa, capitán de la canoa Mataatua, y según la leyenda cuando la canoa de su padre comenzó a derivar cuando estaba llena de mujeres y niños , aunque las mujeres no podían remar , ella los salvó remando y gritanto «Kia whakatane ake au i ahau» ( dejarm actuar como un hombre.
Que ganicas de estar ahí con la cámara… Menudos sitios y momentos para retratar.
¡¡Aprovecha lo que te queda!! Un abrazo!
Simplemente por llevarte la contraria te diré que a veces sería mejor no llevarla. Sobre todo en los atardeceres y amaneceres, en los cuales no se disfruta tanto el momento por querer sacar la mejor de las fotos. Claro que, poder recordarlo después más allá de nuestros recuerdos hace mucho.
Buen aporte el de la leyenda maorí portadora!
Me encantan estas fotos! Que paraiso! Yo estoy planteandome unas vacaciones de un mes para ir por allá el 10 Octubre, ya cogí el billete! Me motiva más la isla sur pero leyendo tus últimas secciones y aconsejada de no ir en esa temporada tan abajo creo que me decidiré por la isla norte.
Todo depende de lo que quieras obtener del viaje.
Si quieres las mejores playas entonces debes venirte a la norte. Claro que, también tienes Abel Tasman en la isla sur…
Si lo que quieres es montaña entonces a la isla sur. Claro que, en la norte tienes Egmond y Tongariro National Park…
Si lo que buscas es encontrarte con animales salvajes entonces a la sur.
En el caso de tener contacto con la cultura maorí entonces la isla norte.
Si no has visto nunca glaciares, mejor acercarte a la sur.
Si deseas andar sobre suelo volcánico tu elección sería la norte.
Bonito rompecabezas, ¿verdad? Por las fechas tampoco te preocupes tanto. Es verdad que en Octubre todavía hará algo de fresco por la isla sur pero si por ejemplo empiezas por Golden bay y Abel Tasman (zona norte de la isla sur) verás que el clima es más que templado. Date cuenta que estarás ya en primavera y aquí en el hemisferio sur cuando sale el sol pica con gusto.
Ya nos contarás tus andanzas. Dices que ya tienes el billete, ¿con qué compañía y a dónde?
Demasiadas decisiones que tomar.
Oviedo – Madrid: tren
Madrid- Dubai- Birmania- Auckland : 36h de avion (Emiratos Arabes)Unos 1400euros, auch!
A partir de aquí: pisar suelo firme y a disfrutar como bien dices.