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Catlins – Costa sureste de la isla sur de Nueva Zelanda Parte 2

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Leer The Catlins – Parte 1

Tuvimos que hacerlo. Se nos había agotado todo el dinero y tuvimos que hacerlo. Pedimos un rescate (de una cantidad indeterminada) por el depredador que tenéis abajo. La pelea fue dura pero conseguimos salir del paso llenando las arcas de nuestros bolsillos. Si se vuelve a dar el caso lo volveremos a hacer, esto es un aviso a los propietarios de tan peligrosos animales.

La segunda parte (se dice que nunca hay buenas segundas partes, veremos) la comenzamos en Owaka, el lugar más poblado de toda la zona. Pudimos reservar una habitación cuando el cielo estrellado se abalanzó sobre nosotros y fue la forma de darme cuenta, una vez más, que aquí en Nueva Zelanda se vive de otra manera. En el hostel no había nadie encontrándose totalmente a oscuras. El único resquicio de luz lo proporcionaba una pequeña hoja blanca en la que se podía leer una nota dirigida a nosotros: No estamos en el hostel. Coged la habitación que queráis y mañana a la mañana nos pagáis. ¿Os imagináis eso posible en la ciudad donde vivís?

Quisimos alojarnos en alguna ciudad anterior a Owaka porque la idea era visitar las Cathedral Caves. Al final, los imprevistos se arremolinan en una espiral viciosa cuya salida se encuentra simplemente teniendo paciencia. Para haceros una idea, esas cuevas son muy parecidas (siendo más cueva que playa) a la playa de las catedrales que podemos ver en Ribadeo (provincia de Lugo, zona limítrofe con Asturias). La marea baja, único momento en el que se pueden visitar, era antes incluso que la hora de las dianas y dado nuestro cansancio tuvimos que desistir. Otra vez será.

Siguiendo el itinerario hacia el norte tenemos la posibilidad de pararnos y admirar alguna de sus cascadas, 3 concretamente. Nosotros elegimos las Purakaunui falls por encontrarse a unos 15 km (gravilla of course) de Owaka. El coche lo dejamos en un pequeño parking y tendremos unos 10-15 minutos de reconfortante paseo entre árboles. Es hermoso poder escuchar el canto de los pájaros hagas el recorrido que hagas. Te llena de esperanza, de alegría y te hace olvidar el incesante ruido de las grandes ciudades.

El coche a rebosar y la rueda pinchada. 15-20 km hasta el pueblo más cercano. ¿Solución? podría decirse que estamos ante una reunión de ingenieros «tipycal spanish». Cambiar el neumático por el de repuesto supondría tener que cambiarla dos veces al tener que comprar después una buena. Preguntando a la gente de los coches nadie tenía bomba de aire para ver si podíamos seguir nuestro camino algunos km hasta que un matrimonio nos prestó una bomba de aire… ¡de bicicleta! es de risa cómo un utensilio usado para hinchar las ruedas del coche de su bebé puede tener tantas utilidades. Tocó sudar la gota gorda para conseguir una presión óptima en nuestro neumático pero el triple salto mortal fue totalmente válido.

La parada en Cannibal Bay fue reveladora. Poder ver con tus propios ojos que el ser humano no pinta nada en algunos ecosistemas y que quien se encuentra fuera de lugar somos nosotros no tiene precio. Una manada de unos 20 leones marinos se encontraban en la playa viviendo lejos de la cautividad. La mayoría, tendidos en el suelo, escarbaban en la arena tirándosela a su lomo. Dos ejemplares forcejeaban por ver quién era el más fuerte y había quien creaba sonidos roncos con su boca abriéndola de par en par. Son animales de muchos kg y sorprende ver con la rapidez que corren sobre la playa. Después de robarles algo de intimidad tocó la hora de regresar por el camino que habíamos tomado sin molestarles más con nuestra presencia.

 

Como último lugar de visita en The Catlins deberemos ir a Nugget Point. Un solitario faro elevado sobre una colina que balancea sobre un acantilado nos insinúa que en caso de perdernos podremos recurrir a él. Las vistas son preciosas desde allí y compartimos la experiencia con un gran número de focas panza arriba sobre las rocas. Casualidades de la vida, Nugget Point también puede ser un lugar de encuentro con viejos conocidos. En nuestro caso, la familia que nos salvó gracias a su bomba de aire del tamaño de mi mano volvió a reflejarse en nuestras retinas. Buen momento para dedicarles nuestra mejor sonrisa, compartir el paisaje y charlar amistosamente sobre nuestras vidas.

Próxima estación… Península de Otago. Próxima estación… esperanza.

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