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Catlins – Costa sureste de la isla sur de Nueva Zelanda Parte 1

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Poco antes de disponer de coche la costa sureste ha sido testigo de mis vivencias. En esta ocasión el llanero solitario ha sido reclutado por un grupo de checos y el viaje con ellos transcurrió desde Te Anau hasta Dunedin durante 5 intensos días. Aquí nos mostramos en sociedad:

El área The Catlins empieza en Invercargill para acabar en Balclutha formando un triángulo con 90 km de costa y 50 km hacia el interior de la isla. La población total en esta zona es de unos 1.200 habitantes (la mayoría residentes en la ciudad de Owaka) y su modo de ganarse la vida es a través de la ganadería y la pesca aunque el turismo ecológico va ganando importancia. Quizás ese sea uno de los motivos que nos llevaron a tener algunos problemas a la hora de encontrar alojamiento. Pese a que no hubo que dormir en el coche se nos hacían las 9 de la noche para cuando conseguíamos una cama donde poder posar nuestros maltrechos cuerpos.

A lo largo del camino pronto nos podemos dar cuenta del cambio geológico, pasando de zonas montañosas a costas de arena vírgen. Parece una tontería pero para mí una playa de piedras no es una playa y el poder pisar la arena con los pies desnudos después de tanto tiempo significa mucho. Del mismo modo el paisaje es igual de caprichoso que nosotros y también nos deja lagos como el de Monowai a su paso. En cualquiera de los casos nos debemos desviar de la ruta para llegar a decenas de recovecos por explorar. Como apunte (aviso a navegantes también) hay que prevenir de las carreteras de esta zona. La principal esta bien asfaltada como las del resto del país pero una vez queramos bordear la costa siguiendo las señales marrones que nos informan de algo para ver, la gravilla aparecerá sacudiendo los amortiguadores del coche y retrasándonos en nuestro viaje. A no ser que dispongamos de un todo terreno la velocidad media será reducida a 30-50 km/hora.

El comienzo se encuentra poco más allá de la ciudad de Invercargill, una de las mayores ciudades del sur de Nueva Zelanda. No hay muchas cosas para ver aquí y no debería ser un lugar para quedarnos un día. Simplemente viene bien por disponer de grandes supermercados que nos aprovisionarán alimentos durante los siguientes días. La imagen de arriba corresponde al town hall (ayuntamiento), un edificio imponente que destaca sobre el resto de edificios en una de sus calles principales. Así que mi recomendación sería esta, no perdáis el tiempo aquí y aprovecharlo para ir hacia la costa.

La primera de las paradas la podemos realizar en Waiapapa Lighthouse point. Un faro sirve de guía a los barcos durante la noche desde 1884 siendo una de las pocas construcciones en varios kilómetros a la redonda. El camino por supuesto es de gravilla durante unos 10 km aunque no tiene nada que ver con la que nos encontramos al otro lado del mundo. Aquí gravilla llaman a caminos de tierra con baches grandes y tampoco se puede viajar a mucha más velocidad de la que se conseguiría en bici.

El viento esta muy presente en The Catlins. Prueba de ello es cómo la caprichosa naturaleza peina sus árboles dejando la raya a un lado, cual si se tratara del mismísimo Anasagasti. Choca tanto ver las ramas de esta guisa que cualquier persona que veáis por los alrededores sacará una instantánea (exacto, incluidos vosotr@s). Por otra parte, The Catlins también es recomendable si queremos ver animales en su habitat natural, alejados de los fríos muros o barrotes de sus celdas a las que tenemos derecho de irrumpir por un módico precio. Así pues, es fácil que veamos leones marinos entre otros.

El próximo destino deberá ser sin suda Slope Point. Se encuentra relativamente cerca y unas señales nos marcarán el camino que recorre el frío. Estamos hablando del lugar que se encuentra más al sur de la isla sur de Nueva Zelanda. Hablando el plata, es el punto más cercano al polo sur. El viento azota con fuerza en la zona y no precisamente bochorno. El coche habrá que dejarlo a 15-20 minutos andando y pasear a través de una larga manta verde con vistas a los acantilados.

Aquí termina la primera parte, para la segunda habrá que esperar un poco a que el redactor encuentre tiempo libre, silencio y conexión a Internet para poder seguir arrastrandoos con él en su desplazamiento. Hasta entonces, sed pacientes, coged boli y papel y anotad los lugares en los que desearíais abrir los ojos después de un tiempo de oscuridad. ¡Pronto nos vemos!

Leer The Catlins – Parte 2

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