Ad Clicks :Ad Views : Ad Clicks :Ad Views : Ad Clicks :Ad Views : Ad Clicks :Ad Views : Ad Clicks :Ad Views : Ad Clicks :Ad Views : Ad Clicks :Ad Views : Ad Clicks :Ad Views : Ad Clicks :Ad Views : Ad Clicks :Ad Views : Ad Clicks :Ad Views :

Track Mount Roy desde Wanaka

/
/
/
1239 Vistas

Acabamos de llegar y nos asalta la pregunta: ¿Qué track podemos hacer estando en Wanaka? Si tenemos suerte y el cielo esta despejado la elección debería ser Mount Roy. Resaltar que en vez de lanzarnos a la aventura lo mejor siempre será ir al I Site (equivalente a información) y que nos expliquen bien los diferentes recorridos.

Saliendo desde el parking situado al pie de la montaña tardaremos 4-5 horas en subir y bajar. Existe la posibilidad de ir desde Wanaka andando bordeando el lago caminando a través del Millenium track hasta llegar al parking. Lo malo, pese al placentero paseo, es que habría que sumar otras 2,5 horas sin contar la vuelta. Mas que nada os lo advierto dado que el intrépido aventurero se armó de valor para hacerlo y tuvo que pedir ayuda divina para resucitar. Digamos que hubo suerte y el Kiwi Jones alcanzó el coche escoba minutos antes de ser descalificado.

Mount Roy es engañoso. Desde Wanaka divisamos su pico desde la lejanía. Desde su falda, por el contrario, nos da la bienvenida y parece que levantando la mano podemos acariciar su áspero rostro. Sin embargo pronto nos daremos cuenta que nuestra mente vive de efectos ópticos engañando nuestro cerebro a su antojo. La primera parte de la ascensión podríamos decir que es agladable sin pendientes excesivamene pronunciadas. Sin darnos cuenta, la carretera se va convirtiendo en una línea distante y resbaladiza que persigue en el horizonte a su siguiente presa. Al girarnos la cima continúa rígida y remota pero nada importa cuando el paisaje y el tiempo nos dan la mano como buenos amigos.

Anécdotas en los viajes hay a patadas, estés en un hostel, esperando un autobús o «tirando pal monte» como las cabras. Un nuevo personaje aparece en pantalla, un joven israelí cuya barba de 3 meses ha tenido que ser enterrada para poder así hacer auto-stop. Es sorprendente lo que influye la suerte, casi hasta llega a atemorizar. Él desistía hacer cumbre debido al aguacero que caía en la cima. Mi caso es bien distinto. Al nacer hice un pacto de sangre con Hiperión. Consistía que durante mi vida diaria él se podía coger vacaciones pero cuando llegara el momento de que fuera yo el viajero me acompañaría allá donde fuera resistiendo los envites de la lluvia. Roy, el israelí, lo supo nada más verme y cambió de parecer dirigiendo sus pasos de nuevo al pico conmigo.

Levantar la mirada puede resultar contrapoducente para nuestros ánimos debido a que la antena que señala el punto más alto del Mount Roy parece empequeñecer en vez de acercarse. De todos modos, tampoco os preocupéis porque suficiente tendremos con no apartar la mirada del suelo viendo caer las gotas de sudor de nuestra frente.

Todo el camino es un zig-zag constante, empezando con una alfombra verde pasando a ser un sendero de polvo y piedras a partir de la segunda mitad. El mayor handicap de la ascensión radica en que sus rampas son más pronunciadas conforme avanzamos. Esto implica mayor esfuerzo y es cuando echaremos de menos el agua si no hemos sido previsores (1-1,5 litros por persona sería lo correcto).

Las metas volantes se encuentran cercanas entre sí a unas cuantas curvas de diferencia (dependiendo de si estás entre los escapados o el pelotón). Se trata de la excusa perfecta para saciar nuestro gaznate para posteriormente inmortalizar una y otra vez el paisaje que tenemos detrás nuestra durante la subida.

Llega un momento que la meta parece escapar de nuestros dominios, haciendo un rápido e inexacto cálculo mental del tiempo restante para alcanzarla. ¡La última media hora y ya estoy arriba! Dependiendo de nuestro optimismo balbucearemos esas palabras 2-3 veces en esa segunda mitad de la etapa. Ante todo, pensad que cada paso que déis estaréis un paso más cerca de vuestro objetivo.

Todo esfuerzo proporciona alguna recompensa y el monte no se escapa de esa premisa. Antes de encarar la larga recta final en la que se decidirá el vencedor en un apretado sprint podremos pararnos en el avituallamiento en vez de pasar de largo. Las vistas son impresionantes en el momento que llegas a la frontera de la montaña para atacarla desde el costado, sobre todo por el contraste respecto a lo que hemos visto hasta ahora.

Después de ver la otra cara del valle, Glendhu Bay, toca seguir la rueda del gregario si todavía nos queda. De lo contrario nos enfrentaremos cara a cara con nuestra fatiga. No hay lugar para cuerpos habituados a ser transportados en coche, nuestros gemelos serán los encargados de echar el resto. Aún así, personas mayores con salud de hierro pueden avistarse en este track así que si ellos pueden sería avergonzante que nosotros no pudiéramos.

Los últimos 5 minutos son como cuando apagamos el fuego donde el arroz repleto de marisco ha sido cocido a fuego lento esperando ser cubierto para terminar su cocción óptima. Por un lado el deseo nos ahoga por no saborearlo en el momento pero al estar seguros de que pronto acabará a nuestra merced la espera es incluso gratificante. Por fin estamos arriba y aunque la bajada restará parte de los ligamentos de nuestras rodillas contemplaremos orgullosos lo que la naturaleza ofrece sin pedir nada a cambio.

Es la forma que tiene de enseñarnos a hacer las cosas sin esperar nada por ello y es el legado que deberíamos dejar a los hijos de nuestros hijos cuidando en lo posible la naturaleza. ¿De verdad somos tan egoístas como para disfrutar esto nosotros y destruirlo después?

P.D: preguntando a la gente por el tiempo en la cima a su vuelta, hubo una mujer que me aseguró estar nevando de forma considerable. ¡Apenas 1 hora antes de alcanzarla por mí mismo! Gracias Hiperión.

  • Facebook
  • Twitter
  • Google+
  • Linkedin
  • Pinterest

2 Comentarios

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *