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Por fin vi un Kiwi – Kiwi House en Whangarei

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El menudo pájaro, símbolo de Nueva Zelanda, es prácticamente imposible de observar en la vida salvaje. Son aves nocturnas y durante las horas de sol no hacen sino descansar, dormir y ocultarse entre la amplia vegetación de sus parques nacionales. Por eso mismo, y antes de que volviera a «casa», no podía pasar la oportunidad de ver un Kiwi en vivo. Para ello, me decanté por el Kiwi House de Whangarei, a unos 200 km al noroeste de Auckland.

Mapa de Whangarei, Nueva Zelanda

He llegado a escuchar de gente que ha pagado 10$ por ver a este curioso animal sin alas. En el caso que os relato, pagué la misma cantidad pero con la posibilidad de ver un pequeño gran parque temático sobre Whangarei, en lo que es un Regreso al futuro en toda regla. No tendremos el monopatín volador de Marty, tampoco nos hará falta. Lo primero es lo primero, así que subiros conmigo al Delorean y ved con vuestros propios ojos al Kiwi tras el salto. En el recinto conviven dos hembras separadas por una verja para que no se maten entre sí. Debéis saber que estos animales guardan celosamente su territorio y no dudan en usar la fuerza para ello. Os presento a una de ellas, os dejo con Ngahuru.

Como veis en la imagen superior, el Kiwi no necesita excesivo plumaje. Se sirve de complementos como los humanos para mantenerse caliente. Vayamos a lo interesante antes de que mi persona esté en peligro por vuestras grandiosas muestras de afecto odio lanzallamas en mano.

Kiwi con la melena al viento

Durante el recorrido tendremos la oportunidad de ver edificios usados en el pasado como centro de trabajo. Tales son así el club del motor, la estación de radio aficionados de Whangarei, el club de maquetas de tren y otros muchos más. Resulta curioso comprobar cómo una brisa nostálgica golpeará nuestra nuca hasta imaginarnos la pesada maquinaria en funcionamiento a manos de hombres y mujeres de otra época (¡apenas han pasado unos años y parece una eternidad!).

Exterior del Whangarei Stationary Engine Club- exterior

Interior del Whangarei Stationary Engine Club- exterior

Cuando terminamos de rodear la calle principal y nos disponemos a volver, nos toparemos de frente con la antigua estación de tren de Hikurangi. Estamos hablando de una ciudad situada a pocos kilómetros de Whangarei que debe su nombre a la montaña que la flanquea: Mount Hikurangi, traducido del maorí: gran montaña. Aunque apenas tiene 365 de altitud, está asentada en una zona volcánica de 1,2 millones de años de antigüedad y es de vital importancia en la reciente historia maorí. Yo le cogí aprecio a la zona, veremos si tengo la ocasión de explicar el por qué en algún artículo posterior.

Recreación de la antigua estación de tren de Hikurangi

Una vez dejamos de lado la estación de ferrocarril, habiendo entrado en los vagones sintiéndonos furtivos pasajeros, es hora de seguir el camino que se empina levemente por una cuesta que nos llevará hasta el museo (tranquilos, no son como las de Sesma pero podremos tararear sus gloriosas canciones). Su arquitectura contrasta con el resto de edificios y, a pesar de compartir material como la madera, pronto saltan a la vista las diferencias.

Dentro de él veremos cómo el museo está dividido en 3 zonas: flora y fauna (con una extensa colección de fósiles), amplio abanico de utensilios de trabajo de la época y una colección de arte maorí. No obstante, no siempre será así debido a que existen exhibiciones itinerantes. Así pues, podremos encontrarnos secciones diferentes cuando vayamos.

Fachada del museo de Whangarei

Pájaro Pukeko

Si todavía nos ha sabido a poco la visita, recomiendo encarecidamente que os paséis por el centro de recuperación de aves nativas. Allí, varias personas se encargan de curar a pájaros de la zona que han sido lastimados, ya sea por consecuencia humana, ataque de algún perro o possum o simplemente por alguna enfermedad. De esa forma podremos entablar una conversación con sus cuidadores mientras que alimentamos a un Pukeko con nuestras propias manos. Eso sí, hacedlo siempre y cuando nos digan de hacerlo, pues este simpático animal puede arrancarnos un dedo con suma facilidad gracias a su resistente y afilado pico que le otorga grandes prestaciones (por no hablar de sus larguísimas y esculpidas garras). La gran mayoría de aves las veremos dentro de jaulas, previo paso al objetivo final: dejarlas en libertad.

A estas alturas ya habremos visto la capilla de Oruaiti (la capilla metodista más pequeña del mundo, construida en el año 1861 con su característica forma octogonal), la escuela de Riponui Pah, el estudio de Jane Mander y la casa familiar de los Clarke (familia burguesa de la zona con suma importancia en la región). Podemos dejar para nuestra vuelta el último y el mejor de los edificios históricos: la cárcel para mujeres.

Sí, amigos. Es hora de encarcelar a la parienta que con sus agresivos intentos procura que hagamos todo lo que su voz autoritaria ordene. No hay nada como invitarla a entrar para que nos explique sus sensaciones y entonces ZAS! En toda la boca! O lo que es lo mismo, cerrarle la puerta en sus narices poniendo un hormigón de acero si hace falta en la entrada. Lástima haberme acercado a este lugar en solitario y no haber podido ejecutar mi buen estudiado «plan renove».

Cárcel de mujeres en el Kiwy House de Whangarei

Precio de la entrada

Incluye entrada al museo, al Kiwi House y a los edificios históricos.

  • Adultos 10$
  • Niños entre 3-16 años 5$
  • Menores de 3 años gratis
  • Entrada familiar 25$ (2 adultos y 2 niños)

Cómo llegar

Está claramente señalizado en la State Highway 14 dirección a Dargaville. También se puede coger un autobús urbano desde Whangarei.


Para más información podéis acudir a su página oficial.

En Cómo ser un kiwi | Turangi, tranquilo pueblo en medio de todo

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