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Maraehako Bay Retreat en East Cape – Parte 2

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  • East Cape isla norte de Nueva Zelanda – Parte 1

Cuando uno se imagina cómo debe ser estar en el paraíso se despierta de pronto cuando su jefe llama a romper filas con ladridos malsonantes por algo que hemos hecho mal (¿acaso no es culpa del peón el que un edificio se derrumbe?).

Por suerte para los misinos, los visitantes (los exploradores en el caso que os relato) los tratan muy bien, demasiado bien; hasta el punto de que sus dueños tengan que colgar el cartel de «No alimentar a los gatitos, por mucha cara de cordero degollado que pongan».

A lo largo de la East Cape apenas existen hostels Bbh. Decidimos Reichel, la intrépida aventurera que se sube por los tejados al ver diminutas arañas, y yo alojarnos en Maraehako Bay Retreat por este mismo motivo. La sorpresa fue mayúscula al encontrarnos con lo que siempre hemos soñado tener: una casa árbol.

Fachada de la casa árbol de Nueva Zelanda

Bajamos por un camino de cabras que une la carretera y el backpacker con sumo cuidado preguntándonos si habíamos cogido el desvío correcto pese haber visto perfectamente la señalización. La belleza es difícil de superarse pero lo mismo podía pensar la furgoneta sobre la cuesta que debería subir tarde o temprano.

Nada más posar los pies sobre el piso (mezcla de arena, tierra y diminutas piedras) te das cuenta de que algo no encaja. Será que la mente nubla mi vista de tanto conducir. Mejor cerrar los ojos, contar hasta 10 mientras respiro profundamente y volver a abrir estos ojos castaños que no hacen más que perder facultades conforme lidia con la pantalla del portátil. Menos mal que tengo la profundidad del océano para relajarlos.

Árbol Maraehako Bay Retreat

Al parecer las bolsas incipientes de mis agotados glóbulos oculares no hacen sino confirmar nuestra primera impresión. En efecto, un árbol gigante posee el hostel y por ente, a nosotros también. Por fortuna, el majestuoso dueño ha dejado extender varios «txintxorros» sobre sus ramas para que no lo molestemos en demasía. Yo encantado, operación murciélago iniciada rodeado por la tela negra que hace levitar mi maltrecho cuerpo viajero.

Momento de descanso para la damisela de las 4 ruedas. Tiempo de vaciar la carga con nuestras pertenencias y depositarlas en la habitación. Claro que, nunca se puede fiar uno de ninguna compañía femenina. Al igual que nos afirman que necesitan algo de dulce antes de bucear en sueños varios, también debemos comprender la siguiente ecuación: mujer + gatito = todo puede esperar.

Gatito albergue de Maraehako, East Cape

Sé que muchas de vosotras, apuestas guerreras cibernéticas, os lanzaréis al cuello con diversos y curiosos argumentos que repliquen mis comentarios. Como soy hombre de paz, compartamos esta pipa en forma de confesión: Quizás quien dejó todo por jugar con los gatitos fui yo…

Las instalaciones no son acordes al paisaje. No disponen de las mejores duchas, de las habitaciones más limpias ni de la cocina más equipada. No obstante, ¿a quién le importa eso cuando únicamente con estar y ver ese paisaje nace una sonrisa como por arte de magia? No es menos cierto, sin embargo, que nuestro ceño será fruncido a cada picotazo de las sandflies. Estamos en invierno y puedo dar las gracias por ello. En verano ahora mismo sería pasto de esas arañas tan simpáticas a las que mi compañera abrazaba fuertemente con mi chancleta (en efecto, mi chancleta. Astuta arpía).

Desayunando tan ricamente con vistas al mar

Sin duda comprender el placer de estar vivo es ínfinitas veces mejor que despejar la X en complicados enigmas matemáticos. Mientras documento mis cavilaciones no hay mejor antídoto que un café calentito aderezado con tostadas de mermelada de frutas silvestres.

-Lo siento gatuno, me temo que estás esperando en balde. Te has topado con la persona equivocada. El quebrantahuesos es un mero cachorro si lo comparas con mi arte de hacer desaparecer la comida. Pregúntale a la portadora.

Existe una explicación en física de por qué nuestra vista consigue relajarse cuando enfocamos la mirada al horizonte, en un punto infinito sin determinar. La duda acecha nuestros curiosos pensamientos cuando la naturaleza nos reconforta con sus diversas expresiones de arte.

¿Es su belleza? ¿Acaso sentimos su cálida energía? ¿Qué dios está detrás de esta conspiración?

Lo cierto, queridos lectores, es que cada uno lo llamaréis y lo explicaréis de diferente manera. Mientras tanto, seguiré disfrutando del momento hasta hacerlo eterno. Contigo portadora. Con vosotros, las personas con las que quisiera compartir estos atardeceres con algo más que osadas palabras a través de este frío e inexpresivo medio de comunicación.

Con la mirada perdida en el atardecer de Maraehako Bay

Dirección: State Highway 35 RD3 Opotiki

Horario: 8:00 – 22:00

Teléfono: 07 325 2648
Fax: 07 325 2626

Página web: http://www.maraehako.co.nz

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6 Comentarios

  1. Buenas. Me llamo Nicolas y soy de Uruguay. Lei lo que puso en esta entrada y me picó la envidia! Los rincones que está visitando parece que son de los que solo se ven en sueños. Me impresionó realmente.
    Buen viaje amigo.
    Quien es ella?

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